sábado, 8 de setiembre de 2007

Algo de cineastas...

Ingmar Bergman nació en un hogar estricto y controlador por lo que se refugiaba en el campo de la imaginación. Es uno de los directores mas marcados por su infancia.
Dejó un enorme legado compuesto por más de 40 películas cargadas de un intenso simbolismo y una forma única de narración cinematográfica.
La mayor parte de su filmografía se caracteriza por unas atmósferas agobiantes en las que los protagonistas, plasmados con peculiares y desgarradas técnicas fotográficas, exhiben ante las cámaras su complejo y a menudo torturado mundo interior para descifrar el alma humana, otra de las grandes obsesiones del realizador sueco.
Pese a la celebridad alcanzada como cineasta, siempre consideró que su vida estaba ligada de forma prioritaria al teatro, calificando el cine “como un trauma y una pasión”.

Por otro lado esta Michelangelo Antonioni, quien casualmente murió el mismo día que falleció el anteriormente mencionado, no sin antes recibir varios premios por sus logros en vida.
Retrató la enajenación del mundo moderno en películas como
Blow-up y La aventura.
Los diálogos en sus películas solían ser escasos y de tomas prolongadas; es por esto que le daba importancia al color, a la introspección de los personajes, los silencios y la música ambiental que propiciaron minutos de metraje en los que nada se escucha, en los que apenas hay diálogos o movimientos excepto los de la naturaleza, lo que quizá espante a los espectadores de hoy, acostumbrados a las narraciones repletas de movimiento, de acción y de estética videoclipera.
Sus personajes contradictorios de comportamiento a menudo inexplicable, pueblan su universo. De ello es muestra su famosa trilogía sobre la incomunicación: La aventura, La noche y El eclipse. Sus actores son inexpresivos, y son los movimientos de cámara y los colores quienes comunican al espectador cuál es el estado anímico. Se retiró del cine en 1982, a causa de una grave enfermedad que se lo llevó a los 94 años.

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